Neurología y Neurofilosofía para Transhumanos 

        Pylon Sánchez , neurólogos neurofilósofos  

00083. La vida es tóxica

A propósito de las relaciones tóxicas
 


 

Tóxico, que produce efectos nocivos sobre los organismos, es todo lo físico que los  ambienta aunque posea un valor variable de virulencia que depende de la naturaleza en sí del tóxico y además de la especial susceptibilidad, también natural, de la aferentabilidad de los organismos sobre los que actúa. Y es tóxico lo interno y lo externo a nosotros como organismos. La vida es tóxica. La existencia es el resultado de la defensa ante lo tóxico como máquina de supervivencia que somos los seres vivos.

Los tóxicos son estimulaciones en general - estímulos -, y a estas responde el sistema nervioso como mejor va sabiendo. Desde los más primitivos por básicos como los estímulos luminosos, auditivos, olorosos...tienen respuesta por cada organismo según le ha ido la neurogénesis de los mismos. Así, ante la hiperluminosidad bajamos los párpados y contraemos nuestras pupilas principalmente. Tambien podemos mover la cabeza orientándola hacia un lado no coincidente con la incidencia de los rayos lumínicos. Incluso, en este ejemplo de la hiperestimulación luminosa, los humanos nos ayudamos de la tecnociencia y nos podemos proteger con unas adecuadas gafas de sol. Por último, ante este mismo estímulo –tóxico- podemos movernos en nuestro conjunto huyendo y resguardando a la vez nuestro cuerpo al completo.


Un parecido, por no decir un mismo proceder, ejecutamos ante otros estímulos tóxicos de los aferentados por y a través de nuestros sentidos mas comunes.

En cualquier caso el tóxico siempre tiene una natural tendencia a desvirtuar la mismidad del organismo diana por así decirlo.

De algunas relaciones tóxicas nos queda memoria, unas veces neuronal, unas veces inmunológica y a veces genética para poder usar esas experiencias en la bioevolución.


En la relación social – familiar, laboral y otras- existe una física concomitante que es igualmente tóxica. Los estímulos derivados de las relaciones sociales no son menos físicos que otros estímulos medioambientales. Y como tales ejercen su acción tóxica sobre nosotros y de ella hemos de intentar protegernos, bien huyendo bien empleando filtros atenuantes o bien adaptándonos a ellos como parte de nuestro desarrollo bioevolutivo. Con la toxicidad del Otro hay que que hacer como con el tóxico tabaco: o se fuma, o se es pasivo o se prohibe fumar. También se puede no compartir espacio con el fumador.


 


10/11/2012 e.c.

Pylon & Sánchez