00095. Nuestra vejez
Bien ganada o mal ganada, la vejez acecha desde que nacemos o, mejor dicho, desde antes que nazcamos. En nuestros genes, en nuestro genoma, en nuestros gerontogenes y en nuestros telómeros ya se perfilan la parte temporal por venir que como seres vivos animales humanos podemos obtener en nuestra existencia. Si a viejo llegamos, una cosa lograremos al menos: tendremos la oportunidad de saber algo que requiere de una variable esencial que se llama tiempo. Sabremos (de ser prudentes) por sentir experimentando, porque tengamos mejores y más capacidades para ello y ,lo que no es moco de pavo, por haber tenido el tiempo suficiente junto a las circunstancias adecuadas para que la neurogenesis de nuestro sistema nervioso particular haya podido, estructuralmente y físicamente , aprovechar la oportunidad de adentrarse en el no tan frecuente mundo del conocimiento sabido.
A veces pensamos, por un sentimiento creemos que vicariante por desconocido, que el hecho de empezar a saber, de ser prudente de forma continuada, es un aviso: el tiempo que nos queda de existencia es escaso. Y de buenas a primera y en el contexto de ese halo prudente nos sobreviene un impetuoso y persistente deseo de vivir lo más y mejor posible, lo más amplia y variadamente posible. De hacer aquello que no hemos hecho ni intentado alguna vez pero que está dentro de nuestras posibilidades y que una vez tras otras hemos dejado escapar.
Nos formulamos el propósito, y lo llevamos a cabo, de no perder ni un minuto más, de no perder ni una sola ocasión. De no dormir ni dormitar más que lo imprescindible muchas veces por incontrolable. De tener los sentidos que se puedan tener lo más alerta posible, en una conciencia extensa que no se atreva a dar ni una sola cabezada. De bajar los dinteles de estimulación para esas sensibilidades que dejamos escapar sin saborear nada o lo suficiente.
No nos importa tanto nuestra apariencia, aunque coquetamente no renunciamos a ella del todo, como si lo hace nuestra funcionalidad. Necesitamos para nuestros últimos días la mayor funcionalidad posible en nuestro sistema nervioso y este a su vez necesita de otros sistemas o subsistemas para garantizarse ese adecuado requerimiento. Precisamos unos procesos cerebrales frescos, maduros, rápidos, flexibles y diletantes, que no se anclen en entretenimientos improductivos. Requerimos procesos cerebrales de estructuras neuronales que hayan sido algunas veces poco evidenciadas o que no lo fueron nunca. Pedimos lo nuevo y lo antiguo, lo pasado, lo más pretérito aún y lo pasando. No exigimos del futuro más que positividad , inmediatez y buen azar para concluir este proceso de neurogenesis controlada final.
10/12/2012 e.c.
Pylon & Sánchez