00096. Aquel viaje en el que decidimos la despedida
Una jugada más en nuestro azar existencial
Yo, Carlos, fumo desde los 11 años de edad. Y siempre, especialmente desde que adquirí la tecnociencia de la medicina, tuve miedo a las consecuencias derivables de ese hábito y muy especialmente al cáncer de pulmón. En mi memoria visual restan las imágenes de las radiografías simples de los tórax afectados por el tabaco que tuve ocasión de ver durante mis años de ejercicio de la medicina.
Yo, Charles, soy un fumador pasivo a causa de Carlos y conocí el tabaco a través de los efectos y de los miedos que este alter me fue transfiriendo. Una cosa lleva a la otra y su fumar me condujo a desaconsejarle tal costumbre.
Yo, Carlos, miedos aparte, quise desde hace mucho dejar de fumar. Pero fue Charles quien me animó a ello. Eso si, pusimos una condición: descartar previamente - dentro de lo posible - alguna lesión irreversible que hiciera inútil el esfuerzo de deshabituarme.
Los dos acudimos al neumólogo, como paciente y como fumador pasivo y auxiliar. Fue una decisión muy meditada, por ambos.
El ex tisiólogo diagnosticó a Carlos de abuso del tabaco y quiso excluir un grupo de los principales miedos que genera este exceso . Una TAC (tomografía axial computarizada) del tórax debería deshojar esa margarita de sustos al menos temporoespacialmente, circunstancialmente.
Realizada la TAC, con unos resultados, invariables para la cortedad del momento que estábamos viviendo, que no conoceríamos hasta 48 horas más tarde, nos fuimos a Madrid a uno de esos congresos a los que algunos médicos filósofos estamos interesados en asistir. El viaje sería una espera para decidir la despedida. Y esa despedida albergaba tres posibles adioses.
Unos de ellos, el más deseado, sería el adiós al tabaco. Un adiós sólido , cuasi contra natura por lo biologizado del hábito, al que habría que dar lugar más que nada derivado de la imposición evolutiva del autocontrol por el que llevábamos luchando en nuestros últimos meses de convivencia. Hasta ahora no habíamos podido abandonar el hábito – activo y pasivo-, ninguno de los dos, a pesar de nuestra íntima colaboración. Ahora bien, este primer agur estaría condicionado a no tener que elegir alguna de las otras dos posibles despedidas.
Sigamos con la segunda de ellas, el adiós a la vida como la máquina de supervivencia que somos. Ocurriría en aquellos casos en que la imagen axial computarizada en la que habíamos puesto nuestra esperanza nos mostrara el lado más oscuro de la evolución del tabaco y la estructura broncopulmonar: la demostración de al menos una lesión que por sus características morfológicas hiciera imposible embarcarse en una misión de lucha con algún objetivo viable y eficaz. El adiós a la vida en esta segunda posibilidad es un adiós meditado ya durante largo tiempo, de antemano, por los dos yoes que suscriben estas intenciones.
Finalmente, la tercera posibilidad sería el adiós al tabaco y al resto de los contextos existenciales de nuestro ser animal humano/ transhumano para centrarnos en la lucha por la supervivencia, lucha que nosotros dos entendemos desigualmente: Como Carlos estoy inclinado a arrojar la toalla antes de comenzar la lucha pero estoy dispuesto a combatir con la ayuda de Charles.
En cada uno de los casos, este viaje a Madrid ha sido de despedida. Hemos estado a la espera de la opción que el azar nos podía deparar. Finalmente una compleja combinación de azares existenciales nos ha regalado la primera y más deseada opción (una especie de pedrea o devolución que nos permite seguir jugando): Diremos, los dos, adiós al tabaco.
14/12/2012 e.c.
Pylon & Sánchez