00101. No solos pero en soledad

Nunca estuvimos solos, ni lo estaremos. Con solo existir ya no se es ni se está solo. Distinto es la sensación referida a una conciencia sistémica de no contar con la complicidad de otros, de animales o cosas, con la que fortalecer nuestras motivaciones. De no contar con lazos físicos, conocidos, que refuercen nuestra acción general o particular. Eso a lo que se han referido a que por su unión viene la fuerza.

Navegamos por unos mares del pensamiento de los que no tenemos cartas. Hacemos singladuras minoradas para no perder las referencias de las costas. Aun así, a veces, nos extraviamos. Y ese miedo a la soledad nos proporciona cierta diletancia en las estructuras de nuestras reflexiones. No obstante, a temporadas, nos sentimos acompañados el uno del otro, y no nos sentimos en soledad. Potenciamos entre ambos nuestras motivaciones, nos creemos tan fuertes por nuestra unión que cuasi no echamos de menos a nada ni a nadie. Pero la misma diletancia nos proporciona anclajes débiles que nos hacen perder la seguridad en lo fondeado. De nuevo el parcial antagonismo de nuestras fuerzas nos repele como a la homolateralidad de los polos de un imán. Y nos cansa. Y nos rinde. Y nos aleja de las intenciones comunes. Y nos dormita durante periodos de tiempo en los que a veces renunciamos a todo. A veces renunciamos incluso a nuestro título de máquina para la supervivencia. Y exponemos nuestra vida a riesgos que nos la pueden arrebatar. Todo un valor como reflejo de a una gran cantidad de miedos. Hasta que en algún momento, un miedo superior, superior a los individuales y a los sumados, nos zarandea y nuestra conciencia sistémica opta esos fondos alternantes de rocas y arenas sobre los que anclamos pero que varían perdiendo la estabilidad con la marejada. Y de nuevo a navegar, con singladuras pequeñas, con la autoconciencia de parcos desplazamientos aunque a veces orillando vayamos de una a otra zona fría de nuestros círculos polares.

09/03/2013 e.c.

Pylon & Sánchez